NACHA
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Nacha llegó en un estado desesperante. Tenía demodexia y piodermis, ambas muy avanzadas, estaba deshidratada, dolorida, muy asustada y sin ganas de seguir adelante. Tenía tanto miedo que no dejaba que nadie se le acercara. Era claramente la única manera que tenía de defenderse después de tanto maltrato y de tanta indiferencia. Pero poco a poco, y a medida que mejoraba, fue convirtiéndose en una de las perritas más dulces y buenas. No fue sencillo ya que tuvo que aprender a confiar de nuevo.  Nos preguntamos cuánto tiempo habrá estado así, sin que nadie le tendiera una mano… Gracias a los cuidados recibidos en el refugio, pero más que nada, gracias al amor que sus tutores supieron darle, Nacha pudo volver a ser feliz. Y esa felicidad fue completa cuando nuestra gladiadora incansable partió hacia un hogar, a los brazos de una familia que supo darle una segunda oportunidad.



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