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El debate sobre los derechos animales se ha vuelto cada vez más relevante en la agenda social y política. Ya no alcanza con rescatar, proteger o visibilizar casos puntuales: el verdadero desafío es transformar esas preocupaciones en políticas públicas sostenibles que garanticen un cambio estructural.

En esta clase titulada “Hacia políticas sociales con perspectivas de derechos animales clase 7”, el Dr. Sergio Moragues y el Dr. Mauricio Trigo desarrollaron un análisis profundo sobre cómo los problemas relacionados con los animales se convierten (o no) en problemas públicos, el rol del activismo académico y político, y los obstáculos que enfrenta el movimiento animalista al intentar incidir en la agenda estatal.

En este artículo, repasaremos los principales ejes de la charla y reflexionaremos sobre cómo construir un marco social y político más inclusivo, donde los animales sean reconocidos como parte de la comunidad moral y política.

¿Qué son las políticas públicas y cómo se vinculan con los animales?

Una política pública se define como una acción o inacción del Estado frente a un problema socialmente reconocido. No todo lo que hace el Estado es política pública: para que algo lo sea, debe existir un consenso social que reconozca una situación como problemática y que demande una intervención estatal.

En el ámbito de los derechos animales, este reconocimiento no siempre es evidente. Muchos problemas son percibidos como naturales, inevitables o marginales. El desafío está en problematizarlos, es decir, transformarlos en cuestiones que no puedan ser ignoradas por la sociedad ni por el Estado.

La problematización: del hecho al problema público

Un concepto central de la clase fue la idea de problematización.

  • Un hecho por sí solo no se convierte en política pública.

  • Para que eso ocurra, debe existir un actor social, académico, político o mediático que lo visibilice, lo enmarque y lo presente como un problema que requiere solución.

  • Solo cuando la sociedad lo reconoce como inaceptable y los actores con poder lo incorporan en la agenda, puede transformarse en una política.

Ejemplo: La discusión sobre la ley de perros potencialmente peligrosos en Argentina mostró cómo se importan modelos de otros países, muchas veces fracasados, sin una verdadera problematización adaptada al contexto local.

Activismo académico y activismo político

El Dr. Morales diferenció dos tipos de activismo:

  1. Activismo académico: produce conocimiento, genera diagnósticos, aporta legitimidad científica.

  2. Activismo político/social: moviliza, genera presión, visibiliza públicamente los problemas.

Ambos deben complementarse. Sin investigación, el discurso pierde solidez. Sin militancia, el conocimiento queda en los libros.

Dificultades en el movimiento animalista

Los expositores también señalaron tensiones internas que debilitan al movimiento:

  • Fragmentación: ONGs, activistas y proteccionistas que se critican entre sí, en lugar de coordinar esfuerzos.

  • Falta de estrategia común: no siempre se acuerda en cómo plantear el problema ni en qué términos éticos hacerlo.

  • Capacidad de veto pero no de propuesta: muchas veces el proteccionismo logra frenar medidas negativas, pero no impulsar alternativas sólidas.

La propuesta es pasar de la “unión” (utópica y difícil) a la “coordinación” (posible y efectiva), donde diferentes actores puedan trabajar juntos sin perder autonomía.

Casos concretos de políticas con impacto en animales

  • Castración y control poblacional: políticas necesarias, pero atravesadas por conflictos con sectores profesionales como los colegios veterinarios.

  • Refugios de animales: útiles en lo inmediato, pero no resuelven de fondo el problema si no están integrados a planes estructurales.

  • Leyes copiadas del extranjero: como las de razas peligrosas, que ya fracasaron en Europa y aún así se replican en provincias argentinas.

Estos ejemplos muestran que una medida aislada nunca basta: se requieren paquetes de políticas interconectadas.

La política como espacio inevitable

Un punto clave de la charla fue la distinción entre:

  • Política: el espacio donde se construyen acuerdos sociales.

  • Políticos: los actores partidarios que ejecutan esas decisiones.

Rechazar la política partidaria por considerarla “sucia” o “corrupta” puede ser un error estratégico. Las decisiones que afectan a los animales siempre terminan en el ámbito político, y si el movimiento no ocupa ese espacio, lo ocuparán otros actores con intereses contrarios.

Estrategias para avanzar en políticas públicas de derechos animales

  1. Visibilizar los problemas en los términos correctos: no hablar solo de casos aislados de crueldad, sino de estructuras de explotación.

  2. Construir diagnósticos sólidos: usar datos, investigaciones y ciencia para legitimar el discurso.

  3. Formar coaliciones inteligentes: coordinar con otros sectores sociales, incluso aquellos con intereses diferentes, cuando haya puntos en común.

  4. Mantener la presión mediática y social: sin visibilidad, los problemas quedan fuera de la agenda.

  5. Pensar en políticas integrales: no apostar a medidas únicas, sino a conjuntos de acciones articuladas.

  6. Aceptar el cambio incremental: los grandes avances son acumulaciones de pequeñas victorias.

Conclusión

La clase nos deja una enseñanza clara: la defensa de los derechos animales no puede limitarse al rescate individual ni al discurso moral. Para generar cambios reales, necesitamos problematizar, coordinar, presionar y, sobre todo, entrar en el terreno de las políticas públicas.

Solo así podremos pasar de la indignación pasajera a transformaciones duraderas que reconozcan a los animales como sujetos de consideración moral y política.

El desafío no es menor, pero tampoco imposible. Como recordaron los expositores, la clave está en la coordinación, la profesionalización y la construcción de estrategias colectivas. Los animales no pueden esperar: la política es el terreno donde se juega su futuro.