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El rescate animal es una tarea profundamente noble, pero también una de las más exigentes emocionalmente. Quienes se dedican a salvar a perros y gatos en situación de abandono o maltrato se enfrentan a realidades duras cada día. Esa exposición constante al sufrimiento no solo afecta a los animales, también impacta en la salud mental de los rescatistas.

En la Jornada “Problemáticas de Salud Mental Asociadas al Rescate de Animales No Humanos”, organizada por la Facultad de Derecho de la UNLZ, especialistas como el doctor Enrique De Rosa y la licenciada María Isabel Lázaro analizaron este tema en profundidad. Desde El Campito Refugio, compartimos lo aprendido en este encuentro, convencidos de que hablar de salud mental en el rescate es tan importante como hablar del cuidado de los animales.

El lado oculto del rescate animal

Ayudar a un animal en situación de maltrato es un acto de amor inmenso. Sin embargo, detrás de cada historia hay también jornadas interminables, recursos limitados y la sensación de no llegar a todos los casos. Los especialistas recordaron que, aunque el rescate es altruista, también conlleva un desgaste físico, psíquico y emocional. Ese desgaste puede volverse un riesgo para quienes se entregan día a día a esta tarea.

El doctor Enrique De Rosa explicó que existe un fenómeno conocido como desgaste por empatía: cuando alguien que acompaña constantemente el sufrimiento ajeno termina sobrepasado por esa carga emocional.

Este desgaste se relaciona con el más conocido síndrome de burnout (o “estar quemado”), pero tiene una particularidad: nace del contacto permanente con el dolor de otros seres. Quien lo padece puede empezar a dudar del sentido de su tarea, sentirse aislado, enojado con la sociedad o incluso pensar que su esfuerzo no alcanza.

Casos extremos: acumulación y salud mental

Durante la charla se mencionaron situaciones en las que la ayuda, sin los apoyos necesarios, puede transformarse en un problema.

  • Un caso en el que una mujer acumulaba 19 perros en su casa, en condiciones insalubres, luego de haber quedado sola en la tarea de rescate.
  • Otro caso de una señora que convivía con aves exóticas en un departamento pequeño, en medio de una acumulación de desechos. 

Estos ejemplos muestran cómo, en ausencia de redes de apoyo y acompañamiento, una labor que comienza con las mejores intenciones puede derivar en un cuadro patológico que afecta tanto a las personas como a los animales.

Las emociones detrás del rescate

La licenciada María Isabel Lázaro propuso un ejercicio con los rescatistas presentes: nombrar las emociones que sienten frente al maltrato animal. Las respuestas fueron claras:

  • Bronca y horror
  • Impotencia y frustración
  • Tristeza y angustia

Estas emociones son intensas y frecuentes. Lázaro explicó que no deben pensarse como “negativas”, sino como emociones displacenteras que cumplen una función. El problema aparece cuando se acumulan sin espacios de descarga ni contención.

De acuerdo con la psicología, los humanos compartimos seis emociones básicas: miedo, tristeza, ira, asco, alegría y sorpresa. Las primeras cuatro son displacenteras y suelen activarse en el rescate animal ante situaciones de crueldad o abandono. La alegría y la sorpresa, en cambio, pueden ser aliadas para sostener la motivación y la curiosidad necesarias para seguir adelante. Reconocer estas emociones es el primer paso para aprender a gestionarlas.

Inteligencia emocional como recurso

Lázaro propuso trabajar sobre la inteligencia emocional como herramienta fundamental para quienes se dedican al rescate:

  1. Autoconocimiento: identificar qué siento, qué situaciones me superan y cuándo necesito frenar.
  2. Autocontrol: expresar las emociones de manera adecuada al entorno, sin dañar a otros ni a mí mismo.
  3. Empatía: comprender lo que el otro siente, ya sea un compañero de equipo o un animal en sufrimiento.
  4. Habilidades interpersonales: construir vínculos sólidos y generar redes que sostengan el trabajo colectivo.

El valor del equipo y las redes de apoyo

El rescate no puede ser una tarea solitaria. En la charla se citó la metáfora de los gansos en vuelo: cuando uno se debilita, otros se quedan acompañándolo hasta que puede retomar la formación. De la misma forma, los rescatistas necesitan:

  • Espacios para hablar de lo que sienten, evitando que las emociones se transformen en enfermedades.
  • Celebrar logros y momentos compartidos, como cumpleaños o avances, para equilibrar el peso de las emociones difíciles.
  • Construir equipos de confianza, que permitan apoyarse mutuamente en los momentos más duros.

Lenguaje y narrativa: cómo nos hablamos importa

Un punto central de la jornada fue el rol del lenguaje. “Las palabras no solo describen realidades, también las crean”, señaló Lázaro. Si un equipo repite constantemente frases como “esto es imposible” o “nadie nos entiende”, terminará construyendo un clima de desmotivación. En cambio, una narrativa más amplia y constructiva puede abrir espacio a nuevas soluciones y sostener la motivación colectiva. Los especialistas compartieron algunas claves para prevenir el desgaste en el rescate:

  • Reconocer los límites: no podemos salvar a todos los animales, y aceptar esa realidad es parte de cuidarnos.
  • Practicar la autoconsciencia: identificar cuándo una situación nos está afectando más de lo habitual.
  • Buscar apoyo en “personas vitamina”, concepto de la psiquiatra Marian Rojas, que refiere a rodearse de personas que transmitan energía positiva y contención.

Cuidar la motivación: recordando el propósito detrás de cada acción, incluso en los momentos más difíciles.

Conclusión: cuidar a quienes cuidan

El rescate animal no puede sostenerse solo en la entrega física y emocional de los voluntarios. Cuidar la salud mental de los rescatistas es esencial para que puedan seguir ayudando a quienes más lo necesitan.

Como se dijo en el cierre de la jornada: “Pensamos tanto en que somos sujetos que cuidan, que nos olvidamos de que también somos sujetos que merecemos y necesitamos cuidar”.