Gabriel estaba en las calles de La Salada. En cuanto vimos su foto, pedimos rescatistas para que se acercaran a la zona. En medio de la lluvia, lo buscaron desesperados hasta que, al fin, lo encontraron debajo de una bolsa. Su estado era terrible. Tenía las uñitas de las patas traseras completamente encarnadas, lo cual le causaba muchísimo dolor, y tenía cataratas, el hígado inflamado y sarna, entre muchas otras cosas. La recuperación de Gabriel fue el resultado de la suma de voluntades y del amor y el cariño que recibió durante su tiempo en el refugio. Hoy, un nuevo Gabriel disfruta del calor de un hogar y de una familia que le hizo olvidar tantos años de dolor y de soledad.