Balty fue abandonado en el zoonosis de San Martín y su destino era ser eutanasiado. Nos preguntamos, como muchas otras veces, cómo puede ser que alguien pueda abandonar a un ser tan inocente y tan dulce como lo es él. Seguramente habrá sufrido mucho dentro de esa jaula, preguntándose qué había hecho para recibir semejante castigo. Cuando Balty llegó al refugio, no podía caminar. Pero después de mucho esfuerzo, sesiones de natación, de fisioterapia y de muchísimo amor y esperanza, hoy, nuestro Balty ha logrado volver a caminar. Pero eso no es todo… Una de sus madrinas decidió que Balty no podía volver a pasar otro invierno en el refugio y así fue como, después de tanto dolor y de tanto abandono, Balty cerró su círculo.