Serena llegó al refugio casi destruida. Una de las miles de víctimas del moquillo, completamente lastimada de tanto arrastrarse y con una infección que estaba haciendo estragos en su cuerpo. Los veterinarios decidieron amputarle las patas y la cola, ya que no tenían sensibilidad alguna, debido a que el peso de las mismas era demasiado para la columna. Hoy Serena vive feliz en el refugio, demostrándonos que la esperanza todo lo puede y enseñándonos la importancia de las segundas oportunidades.