Rocco estaba agonizando en la calle… Solo, a la buena de Dios, esperando el peor de los desenlaces. Los gusanos, literalmente, le estaban comiendo la oreja y el cuello. Así llegaba Rocco al Campito. Cansado, dolorido y muy débil. Pero poco a poco, con todo el amor, la paciencia y los cuidados necesarios, fue recuperándose. Se convirtió en un perro fuerte, hermoso y leal. A medida que cada vez más personas iban conociendo su historia, empezaron a llegar las madrinas. Y entre ellas, Jimena, quien viajaba desde muy lejos para venir a verlo. Así fue como, visita tras visita, se fueron enamorando y nuestro Rocco pudo, de esta manera, y después de tanto abandono y de tanta indiferencia, cerrar su círculo.