Cuando Vicente llegó al refugio, su cuerpito cansado y dolorido nos decía todo… Tenía una expresión de derrota que nos heló la sangre. Completamente lastimado, con heridas ya cicatrizadas y abiertas, piel y huesos, pelado y ciego ya que le habían lastimado ambas corneas de manera intencional. Realmente nos cuesta entender quién puede causarle semejante dolor a un animal y luego abandonarlo a su suerte, pero tampoco entendemos como todas aquellas personas que pasaron por su lado, durante todo ese tiempo, no se dignaron a hacer nada por él. ¿Cómo se puede ser tan indiferente? Vicente era apenas un cachorro, casi no llegaba al año de edad. No sabíamos qué iba a pasar con él. Casi no se movía, estaba apático, no reaccionaba y ni siquiera levantaba la cabeza. Pero el caso de Vicente es uno de esos casos en los que el amor y la esperanza pueden más. Poco a poco, fue recobrando fuerzas y esa cabecita, tan gacha y triste, fue levantándose. También empezó a olvidar tanto tiempo de dolor, un dolor que iba más allá de su cuerpo. Y fue así como Vicente se convirtió en un verdadero príncipe y cerró su círculo. Las imágenes dan cuenta de lo que puede lograr la suma de voluntades y la esperanza más pura…