Pelusita tenía dueños. Lamentablemente, y como pasa en muchos casos, quienes debían cuidar de ella dejaron  que llegara a ese estado sin ningún tipo de atención veterinaria. Cuando acudimos a su rescate, la dueña se negaba a entregarla y pedía que la devolviéramos cuando ya estuviera recuperada. Su estado era sencillamente desesperante. El tumor que Pelusita tenía en una de sus mamas, pesaba más que ella y no sabíamos que tan agresivo podía llegar a ser. Pero Pelu no sólo tenía un tumor que la estaba matando, sino que además estaba llena de pulgas y extremadamente débil. Luego de una operación de tres horas de duración, el tumor pudo ser extraído. El pronóstico de Pelusita no era bueno, pero tampoco era malo. Es decir, el tumor podía volver a manifestarse en algún otro órgano, pero también existía la posibilidad de que no volviera a aparecer. Después de tanto dolor y de tanto abandono Pelu, al fin, estaba lista para irse en adopción. Pero necesitaba una familia que supiera atender sus necesidades y que pudiera acompañarla y contenerla si el tumor volvía a manifestarse. Parecía algo tan lejano… Y sin embargo, nuestro anhelo se hizo realidad. Y Pelusita, nuestra gladiadora, encontró el amor en los brazos de una mamá humana que la cuida y la respeta como siempre debió ser. Es por eso que, hoy, podemos decir que Pelusa tiene una verdadera familia.